Escribir sobre uno, siempre es dos veces difícil. No por eso
pienso dejar de hacer la prueba. En realidad, si me pongo a pensar, hace ya 10
años que escribo sobre mí. Ya sea diariamente o no, el intento está. Aunque la
realidad es que con el paso del tiempo aquello que empezó como una simple
puesta en letras sobre lo que era, mi cursada en los pasillos de Cs de la
Comunicación, el gusto por la lectura en general, la atracción por las revistas
y los libros, los amigos, fueron tornando aquello que era un simple hobby,
donde no importaban los errores de sintaxis, la coherencia, la cohesión y
muchos otros tantos etceterás, se fue conviertiendo poco a poco en algo más que
una simple descarga.
Poco a poco, sin darme cuenta, taller de escritura va,
trabajo de investigación viene, la búsqueda de lo profesional, el estilo y la
perfección fueron comiendo el gusto por la escritura y su efecto sublimador. Y
sin ni siquiera enterarme, me encontré de pronto dos años después sin una mísera
hoja escrita de principio a fin y menos
que menos más de una hoja. Después de darse cuenta de eso, el miedo a la hoja
en blanco va creciendo a punto tal de creer que ese gusto que uno creía tener
por la escritura era parte del pasado, una confusión del momento. Que era, en
realidad, sólo el gusto por la lectura. A pesar de la insistencia de unos pocos
para que siga intentando, encontraba siempre algún tipo de consuelo tonto como
decir: “no tengo nada interesante para comentar, entonces ¿para qué escribir?”.
Y así habrán pasado dos años más.
Hoy, domingo, me cansé. Me cansé de mí y de mis vueltas. Me
harté de pensar que esto que yo escriba depende otro: de que otro lo lea, de que
a otro le guste, de que otro lo comente, de que a otro le llegue y le sirva de
algo. Siempre el otro antes de mí. Siempre antes, sin ni siquiera hacer el
intento, sin ni siquiera probar-me. Pero
después me dí cuenta que antes que eso
hay una cosa más: que toda mi vida ronda alrededor de un otro, y lo más triste
es que ese otro existe sólo desde y hasta mí. Es decir, aquél otro del que
espero tanto solamente tiene ese lugar porque soy yo quien se lo da y que muy
probablemente esté poniendo a unos en un lugar que no les corresponde porque
simplemente no lo pueden dar, porque no aparecieron en mi vida para estar ahí
sino allí; y a la vez es posible que los otros que realmente me aprecien desde
este lugar que anhelo sean algunos que ni siquiera conozco, que ni remotamente
imaginé recibir eso de ellos, que son otros distintos a los otros que conozco
hace tanto y hoy desconozco tanto.
La realidad es que hace aproximadamente un año que vienen
sucediendo una cantidad de hechos que cambiaron mi vida para siempre. Y lo
cierto es que sobre esa nueva realidad estoy reconstruyendo mi verdad. Es ahí,
cuando las fichas ni siquiera se mueven sino que directamente desaparecen y
aparecen otras que nunca jamás te imaginaste porque van en contra de la lógica
del juego, cuando todo lo que era deja de ser. Lo que había se queda levitando en unas nubes
que muchas veces chocan, arman un temporal tremendo y dejan nada más que
destrozos valuados en varios días de dolor corporal y cansancio mental. Así estoy últimamente. En un lugar en el que
me cuesta reconocerme y reconocer lo que hay a mí alrededor porque todo lo que
era deja de ser. Todo se pone en duda, la vida cotidiana, los proyectos a
futuro, las prioridades, las amistades, la profesión, las creencias, los
medios, los valores, todo. En situaciones particulares como la mía, con una
familia partida, un padre que todavía no sabe ejercer su rol, una madre que no
conoció más que la vida por sus hijos, una cantidad de años de miseria
económica habiendo conocido el vivir bajo el target de ‘clase media’ (o clase
de mierda) y una sucesión de pérdidas de gente querida en menos de un año como
fueron: la abuela, Raúl, y mi hermana te das cuenta que nada es de una sola manera.
Que la vida que te creiste o que te hicieron creer puede desaparecer con un
solo llamado, en una milésima de segundo. Somos seres pasajeros y nos creemos imprescindibles.
Ese es el error primero que nos hace caer en tantos otros. Es un trabajo difícil,
complejo, diario, minucioso el recordar este detalle y actuar en consecuencia.
Aunque algunos, la gran mayoría, pasa por este mundo sin ni siquiera enterarse
de este detalle y así, olvidan amar, olvidan pedir perdón y perdonar, olvidan
el dolor ajeno, olvidan la lucha del otro, olvidan luchar por y con el otro, olvidan
que las diferencias siempre es un aprendizaje y sólo recuerdan salidas,
fiestas, viajes, éxitos, fracasos, engaños, títulos, ganancias y pérdidas como
casilleros que se fueron llenando y vaciando sin importar nada más que eso: la
cantidad de casilleros, olvidando el amor dentro de ellos.
Para recordar eso es que pienso en la escritura como un
medio más en esta búsqueda, pero además, busco a aquellos otros desconocidos
que me van a sorprender y me van a rellenar esta vida que tan llena de
ausencias parece estar hoy.
Solamente algunos lugares llenos quedan, ellos son: mi
familia (en todos sus niveles, ya sean físicos o espirituales) y mi el amor de
mi vida. Todo lo demás, son unos Otros con
sus lugares a redefinir.