domingo, 22 de abril de 2012

Dos ojos


eran dos ojos que,
en órbita perfecta,
supieron cambiar el eje
de un sabor helado que vino enredado
en ese par de ojos que,
aunque celestes, nada costaban
ni mi pena ni mi fumar.

dos ojos que, eran sí
un marrón marfil
y provocaban cualquier sinónimo de miel
(tampoco sé decir cuánto)
y una comezón en la piel.
y al fin sucedió:
el principio del chateo
como casi todo lo moderno
y entre tipeo y tipeo
lo conocí bien;
aunque ya sin ver
sus dos ojos que,
en orbita perfecta,
supieron volverme hereje.

23/07/08

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